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sábado, 15 de mayo de 2010

"Wall-E": metáfora de la sociedad de consumo.

Por Juan Mascardi (*)

"Wall-E": metáfora de la sociedad de consumo



Todos somos obesos. Las pantallas transmiten en forma continua. Los contactos son virtuales. El poder lo ejerce una corporación hegemónica que pulverizó al Estado. El confort inmediato de un capitalismo hipermoderno hace de la vida un sitio aséptico, soñado. Claro, esto ocurre en una nave, ya que en el plantea Tierra sólo queda, aparentemente, basura. Un espacio inundado de satélites inservibles, metales oxidados y vestigios de sueños modernos olvidados: la tele, un par de acordes en VHS, un cubo de Rubik, un corpiño y un pequeño robot: Wall-E. Una especie de autómata limpia requechos que pudo, con el tiempo, desarrollar sentimientos y emociones.

La película animada está dirigida a un público infantil. Pero sus constantes simbolismos remiten a los mejores filmes de ciencia ficción. El comienzo de la historia se sitúa en el 2115. La megacorporación Buy N Large cubrió el planeta de basura. Es imposible la supervivencia. Por ello, los humanos deben abandonarlo. Setecientos años después, los únicos seres que habitan el planeta son el robot Wall-E y una cucaracha. Hasta que llega una nave.

"Wall-E" (2008) es una metáfora de la sociedad hiperconsumista. Autómatas con sentimientos al mejor estilo Blade Runner o Frankenstein, el control total del Big Brother de George Orwell o las publicidades como agujas hipodérmicas que vaticinó Felisberto Hernández en "Muebles El Canario" a principios del siglo pasado, son algunos de los detalles que pueden ser rescatados en asignaturas como tecnología de la información y la comunicación o literatura. En una época de cibercultura, googlemanía, twitter, facebook, Youtube y la consolidación de monopolios empresarios; la película abre el espacio para debatir y reflexionar. En medio del Apocalipsis, vuelve a nacer la vida.

(*) Docente UAI Rosario.